El niño de la selva y el niño de ciudad
" El niño de la selva guarda amor en su conserva, y el niño de ciudad conserva mierda en la cabeza" (Rapsusklei)
Será una ventaja o una desventaja vivir en un país tan lejano, tan chico, tan austral, tan lejos de todo... tanto así que muchas veces de otros países ni siquiera saben que existimos.
Algunos, claro, hubiesen deseado haber nacido en una gran ciudad, esas donde viven chorrocientos mil jetones, donde no puedes ni caminar en la calle... como esas típicas imágenes de Tokio, miles de personas con ojitos rasgados caminando pa'llá pa'cá, ni se miran, ni se detienen... obvio que lo pasan chancho en la noche, mientras más gente, más posibilidades para elegir dónde basilar, comer, tomar, etc..etc.. pero dentro de toda esa urbe, habrá algún chinito que se detenga en medio de la calle y empiece a caminar en sentido contrario? o que se detenga en medio de un paso peatonal a preguntarse si estarán jugando felices sus hijos en ese momento? Quién sabe, entre tantos chinitos cómo vamos a achuntarle justo al que se cuestionó eso.
Bueno, no creo que la cantidad de habitantes de una ciudad sea tan preponderante al momento de saber si son felices o si disfrutan "la vida" o no, pero sí tal vez le amoldan las costumbres en un 99, 9%. Definitivamente aunque nuestros tipos de ciudad sean en proporciones mucho menores que una como Tokio, al igual que allá nos va entregando cosas tan "top" que terminamos creyendo ser "top", como la tecnología, la gran gama de posibilidades para entretenernos (cine, disco, comida, juegos, etc.), entre otras cosas... pero al mismo tiempo nos quita bastante, aunque a muchos no les importe en lo más mínimo.
La imagen de un niño pegado a la tele o al play ya es habitual, a veces ni siquiera son ellos mismos los que optan por eso, si no que alguien le dice, para que se quede callado o tranquilo un rato, "ya, vaya a ver tele mejor". Por suerte, soy de la generación donde todavía se jugaba en los árboles, me encaramaba haciendo los famosos "club", tirándoles piedras al enemigo. Creo que alguna vez tuve el famoso (famoso?) Atari, pero no recuerdo haberle sacado mucho jugo, solamente recuerdo que tenía unos jueguitos y una música bien deprimente. Tampoco el celular me agarró a edad temprana... pa' no quedarme tan "out" tuve que "pedirle prestado" el ladrillo (onda modelo del negrito) a mi mamá, cuando ya casi estaba saliendo de cuarto medio. En esos aspectos, me siento satisfecha y con suerte... aunque también influía el lugar donde vivía... en ese tiempo en una población en Viña, llena de brocacochis, tirándose agua con botellas en la calle, jugando al "rin rin raja", armando el Judas pa' semana Santa y yo detrás pegándole a un tarro con un palo y cantando "una moneíta pa'l Juuuuuudas". Son pequeñas cosas que agradezco haber vivido y que quisiera que mis hijos también pasaran (siempre pensando en los hijos).
Ahora las cosas son diferentes... veo a mi hermano acá como un leoncito enjaulado, hiperquinético, incansable, hiperventilado... jugando en el metro cuadrado del patio frenéticamente a la pelota, como esos perros gigantes que la gente mantiene en los balcones de los departamentos. Pero yo no vivo en departamento, ni tampoco vivo en la época de toque de queda, aunque se le parece... simplemente vivo en el mismo lugar que una vieja culiá (disculpen los que se ponen colorados cuando escuchan poto) que junto a otra tropa de viejos culiaos no dejan jugar a los niños en el parque (y prohiben y se creen otras cosas más comunes en la gente que se cree exclusiva o burguesa por pagar gastos comunes. Por eso me carga este lugar, donde resultamos ser la chusma). Prosigo. Sí, un parque con pastito, árboles, un palto, algunas bancas y los pajaritos cantando sobre los nidos. Así mismo. No dejan que los niños jueguen en la calle, ni en el pasto, porque las flores no crecen, es más, los van a acusar a los papás y ellos tienen que salir arrancando cada vez que se asoma alguno de la gestapo. Son lindas y románticas las flores, pero más me interesa que no le maten la flor que los niños llevan dentro. Y eso están consiguiendo. Los cabros chicos ya no salen, están todo el día metidos en la casa jugando play. Por suerte, también, al pollito chico del Alan no le matan aún su flor, ni su "niño de la selva" que lleva dentro. Pasa todo el día en la "calle" (aunque quisiera que conociera la otra calle), corriendo de un lado para otro, solo, con amigos, le da lo mismo si su compañía es una pelota de fútbol. Yo no quiero dejar de verlo correr, llegar todo transpirado y cochino, pero bien colorao' y feliz. Quiero que si le dan ganas, vuelva a hacer lo que hacía antes: bajarse los pantalones en medio del parque y "regarle" las plantitas a la vieja de mierda.
No quiero que sea un niño de ciudad. Y aunque tampoco puede ser un niño de la selva, por todo el sistema que pronto lo va a consumir inevitablemente, ojalá que al menos crea serlo.